Artículo 01, paisea 009. La plaza. Carlos Campos
Quizás la nueva coyuntura económico-social sirva para retomar aspectos de la ciudad olvidados o que al menos han perdido el empuje que tuvieran en un pasado próximo. Si la construcción masiva del período de bonanza agotó la energía para que, a la vez que se construían edificios, se construyera ciudad, hoy será buen momento para reflexionar sobre como se ha construido el soporte urbano de esa arquitectura.
El viario, necesario para la conexión de los fragmentos de ciudad, se ha venido diseñando desde los parámetros del mero funcionalismo y de la economía de medios, curiosa contradicción en época de florecimiento económico. En todo caso, se ha construido el viario como prolongación sin límite de los esquemas urbanos trazados con anterioridad. La plaza no. El sentido histórico de la plaza como espacio máximo de la expresión cívica ha sufrido un lamentable estancamiento, sin duda debido a la falta de reflexión sobre lo que hoy día debe significar. Basta con mirar las realizaciones en este sentido de la última década y compararlas con la frenética producción de los años 80 y 90 del pasado siglo.
Históricamente la plaza significó la actividad peculiar, la representación, el desahogo. Espacialmente, el ámbito rodeado de un continuo de arquitectura, donde su definición venía dada precisamente por esa arquitectura, su proporción, su textura, su color; apenas adjetivado su tratamiento del suelo por una escultura, una fuente o, más raramente en nuestra latitud, por arbolado. La lenta realización de las plazas históricas permitía además la sedimentación de significados y funciones.
Artículo completo AQUÍ
Paisea 009, [la plaza], disponible en edición digital AQUÍ
Etiquetas: artículos, espacio público, noticias, paisea, publicaciones