Hoy en día parece ya un hecho consumado que el espacio público necesita arbolado, especialmente nuestras calles. Son innumerables las virtudes de la incorporación de la especie vegetal en el entorno urbano; desde la agradecida sombra arrojada, pasando por la absorción de polución, hasta la más compleja ayuda a la incorporación de la biodiversidad.
Sin embargo en muchas ciudades, esta necesaria incorporación de arbolado, se está haciendo olvidando una de las claves de su implantación: la escala. Con frecuencia, la preferencia del político de turno o de los servicios de mantenimiento municipales por una especie, acaba olvidando el lugar donde va a incorporarse, sembrando un arbolado que rompe con la imagen urbana, con la escala y la apariencia de la calle. Donde el árbol plantado acaba perdiendo gran parte de sus virtudes para la ciudad.
Si hemos comprendido -más vale tarde que nunca- que vivimos mejor en un entorno con especies vegetales, no podemos quedarnos atrás en la correcta decisión del tipo de árbol a plantar, siendo la clave más importante (para que el resto de ellas sea eficaz) la escala de la especie.
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