Artículo 02, paisea 021. La calle, el espacio de la movilidad | Vicente Torres Castejón
La calle, que era el espacio público, multifuncional, se convirtió con la generalización del automóvil en la vía pública, el espacio de la movilidad, con graves impactos en la vida urbana.
La nueva cultura de la vía pública y de la movilidad sostenible, está revirtiendo esta situación. El diseño viario se hace variado y flexible, dando protección y prioridad a los usuarios más “blandos”, y restringiendo el tráfico motorizado, para poder recuperar el espacio viario para otros usos.
La calle es el espacio público, tradicionalmente era (ya no tanto) el espacio del encuentro, de la vida social, del juego… Pero también era (y actualmente es, por encima de todo) el espacio de la movilidad. La alta densidad de población y de actividades de las ciudades obligaba a transportar gran cantidad de suministros y de mercancías, y a desplazar multitudes. De esa manera, la calle pasó a ser la vía pública, el lugar de paso y de transporte. Durante mucho tiempo, este espacio era común, compartido por caminantes, mozos de carga, carretillas de mano, animales de carga, carros y carruajes. A principios del siglo XIX se empiezan a introducir los tranvías, vehículos sobre raíles, de tracción animal, y a finales de ese siglo este medio de transporte se consagra y se generaliza, gracias a la tracción eléctrica. A pesar de circular sobre raíles el tranvía suele compartir también la vía pública con el resto de usuarios, que se ceden el paso en función del tamaño o el peligro, de manera autoregulada, aunque no sin accidentes y víctimas.
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